martes, 16 de abril de 2019

El Flamenco Común, rey del parque

Entre las muchas especies que podemos encontrar en este Parque Regional, quizás la más destacada sea el flamenco común (Phoenicopterus ruber): un ave caracterizada por unas patas de gran longitud; un vida cercanamente vinculada al agua, si bien son aves migratorias; una tonalidad rosada o carmesí gracias a una alimentación particular, rica en pigmentos, y una distribución geográfica muy extensa, pudiéndose encontrar de forma corriente en las costas de zonas tropicales y subtropicales, donde abunda el calor y la salinidad.
Imagen 1: Distinción de flamencos blancos y flamencos
rosas, basada en el consumo de pigmentos
carotenoides
En cuanto a apariencia se refiere, el flamenco es un ave de gran tamaño, llegando a medir una media de entre 100 y 150 cm, y teniendo una envergadura de entre 140 y 170 cm. Así mismo, el flamenco destaca por un alargado y flexible cuello, que se encuentra dentro de los más grandes en el mundo ornitológico, y que facilita su labor de alimentación y acicalamiento; un pico curvo, de tonalidades rosáceas con la punta en color negro, que está diseñado para la alimentación por filtrado permitiendo la separación del zooplancton y otros crustáceos del agua salada y el lodo, el cual no pueden digerir; unas patas alargadas, las cuales les permiten sostenerse en cuerpos profundos de agua sin mojarse, y que presentan un recubrimiento similar a la queratina que aumenta su resistencia y que actúa como adaptación a la elevada salinidad en la que acostumbran a vivir, y un plumaje muy variado, presentando tonos pálidos y rosados en sus plumas de contorno y una coloración negra en las rémiges (plumas de vuelo). Al igual que el fartet, el flamenco también presenta dimorfismo sexual, observable en el peso y tamaño de los individuos (los machos son mayores que las hembras).
Imagen 2: Distribución geográfica del flamenco común
en la Península Ibérica
A nivel geográfico, el flamenco es una especie distribuida a lo largo del globo, con hábitats establecidos en las costas de los seis continentes. En concreto, el flamenco posee hábitats en zonas cálidas o de elevada temperatura, como las costas del norte y el sur de África, la península de Yucatán, zonas aisladas del medio oriente asíatico, las costas del sur de India, las islas caribeñas, y el sur de Europa; en concreto, la costa levantina/mediterránea. En la península, por otro lado, es propicio encontrar ésta ave en recintos protegidos como humedales o parques naturales costeros, entre los que destacan la Reserva Natural de la Laguna de Fuente de Piedra, en Málaga; el Parque Nacional de Doñana, en Andalucía; las Salinas de Santa Pola y el Hondo, en Alicante; el Parque Natural de Delta del Ebro, en Tarragona, y las Salinas de San Pedro del Pinatar, en Murcia. Así mismo, el flamenco es una conocida ave migratoria, realizando vuelos hacia el hemisferio sur durante las estaciones de invierno y primavera para regresar en verano con la llegada de altas temperaturas. De esa forma, la época más propicia para avistar éstas aves suele ser a finales de julio.
En cuanto al hábitat de éstas aves, los flamencos denotan una preferencia por los climas cálidas y las aguas mansas de elevada salinidad/alcalinidad. Por eso, es frecuente encontrarlos en estuarios y zonas costeras, donde suelen habitar en colonias de miles de individuos. Así mismo, otro de los factores que éstas aves tienen en cuenta a la hora de anidar, para lo cual recurren a la construcción de montículos de barro en las orillas, es la disponibilidad de alimento en su entorno, llegando a migrar en ocasiones fuera de época si la cantidad de comida en una región es escasa. No obstante, en grandes poblaciones como las ya citadas, los flamencos raramente suelen volver a migrar a lugares que han sido poblados con anterioridad, optando en su lugar por la “colonización” de nuevos territorios.
Imagen 3: Quistes de artemia, fuente de
pigmentos del flamenco común
Quizás uno de los aspectos más interesantes del flamenco es su alimentación, a la cual está ligada su coloración rosada. Los flamencos, que como antes he mencionado son aves filtradoras, se alimentan principalmente de algas diatomeas, pequeñas larvas de insecto, crustáceos pequeños y zooplancton, peces pequeños, y lo más importante, la artemia salina o camarón de la salmuera, de la cual hablaremos en otro artículo, y que destaca por aportar la fuente de pigmentos carotenoides que dotan al flamenco de su peculiar color. Para alimentarse, el pico de éstas aves posee una serie de bandas óseas que actúan como filtro, reteniendo la sal y los fragmentos de lodo que ingieren al succionar el agua (el mecanismo de absorción de agua es similar al de una bomba de succión) para luego expulsarlos, tanto por la boca nuevamente (el lodo) o por las fosas nasales (la sal).
En lo referente a interacciones tróficas, el tipo de ecosistema en el que habitan éstas aves y su gran tamaño las torna altamente inmunes a ataques por parte de depredadores. No obstante, los huevos de éstos suelen ser victimas de ataques por parte de animales como el jabalí (Sus scrofa), el tejón (Meles meles), las gaviotas (Larus michahellis) y los zorros (Vulpes vulpes). Así mismo, destacan relaciones de simbiosis entre el flamenco y la artemia, pues aparte de alimentarse el flamenco de ésta, éste también actúa como el principal vector de diseminación de la artemia, cuyos quistes se desarrollan en las patas del ave hasta eclosionar.
Por último, cabría destacar como aspecto clave la reproducción del flamenco. Los flamencos son aves monógamas, las cuales suelen permanecer con la misma pareja hasta que uno de los dos muere. Adicionalmente, el proceso de reproducción es elevadamente complejo, pues éste no se inicia hasta que el flamenco alcanza entre los 6 y 10 años de edad; posteriormente teniendo los machos que realizar un ritual de cortejo ante las hembras consistente en movimientos de cabeza rápidos y apertura de las alas mientras caminan. En conjunto, el ritual de apareamiento únicamente se da en época de lluvia, debido a que ésta facilita la construcción de nidos al generar barro en las orillas. Si el ritual de cortejo tiene éxito y la hembra es fecundada, la pareja de flamencos procede al construcción del nido, el cual tendrá la función de acoger los huevos hasta su eclosión. Tras la puesta, ambos padres se encargaran de incubar los huevos, lo cual tendrá una duración de 27 a 31 días hasta el nacimiento de los polluelos, los cuales rápidamente se integrarán en la colonia.

Bibliografía
Realizado por: Javier Santos, 2ºBC

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