A partir de las estructuras encontradas en la costa mediterránea española, podemos deducir que este tipo de industrias, que a menudo se veían rodeadas por importantes ciudades como consecuencia de su importancia económica y laboral, alcanzaron su auge entre los siglos IV y V d.C. en zonas de gran renombre como Mazarrón (Temática en torno a la que gira el museo homónimo), Cartagena, Almuñécar, Cádiz… A pesar de ello la existencia de esta industria se recoge por primera vez alrededor del siglo IV a.C. según fuentes púnicas, que informaban sobre los aliños y condimentos producidos en estas fábricas, de gran interés para los mercantes de una sociedad dedicada principalmente al comercio marítimo. Como ya hemos mencionado anteriormente, su proximidad a las zonas de pesca permitía incrementar el rendimiento del proceso y la calidad del producto final, repercutiendo directamente en su precio de salida al mercado. La proximidad a minas de sal u otras fuentes de obtención también era otro factor determinante a la hora de situar estos asentamientos por las facilidades que suponía a la hora de del transporte.
Fotografía de las piletas del Museo de Mazarrón |
Pese a la variedad de formas y disposiciones que existen entre las diferentes cetáreas todas ellas contaban con elementos comunes como los tanques de salazón, consistentes en piletas rectangulares alineadas excavadas en la tierra a poca profundidad, hechas de piedras y cal posteriormente recubiertas de “opus signinum” (material formado por cerámica machacada que se incorpora a piedras y cal mediante presión) que permite impermeabilizar los procesos de fermentación o salazón que se lleven a cabo en el contenedor;las salas de despiece y limpieza, en las que se trocea el pescado tras haber sido lavado a conciencia con agua dulce, cuyos suelos también se impermeabilizaban para facilitar su limpieza; y los almacenes en los que se mantenían guardadas las ánforas, vacías o listas para su distribución, cuyo tamaño varía en función del contenido que albergaban.
Las cetáreas supusieron un gran impulso económico en numerosos sectores, entre los que destacan el comercial, por su elevado precio de venta y las importantes ganancias que supuso para la economía romana; para la alfarería, que se vio fomentada ante la necesidad de crear más ánforas y anforillas en las que almacenar los productos resultantes del proceso; la minería, de gran importancia a la hora de obtener la sal necesaria para poder trabajar las materias primas; la pesca, cuyas ventas a las fábricas de salazones eran un gran apoyo económico para los marineros, especialmente en las épocas de atunes; o la industria naval, que se vio impulsada en gran medida por la pesca y su necesidad de desarrollar nuevas tecnologías que aumentarán su efectividad. De esta manera podemos concluir que gracias al gran desarrollo de este sector, y a la naturaleza transversal de la economía, su desarrollo permitió crear una base estable no solo para esta industria, si no para todas aquellas que tenían una estrecha relación con ella.
Factorías de salazones de Almuñécar |
Bibliografía:
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Óscar R., 2ºBach
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